miércoles, 30 de noviembre de 2011

Lo que no hagas por ti mismo, nadie lo hará por ti

Una buena amiga siempre dice "lo que no hagas por ti mismo, nadie lo hará por ti". Gran frase, gran amiga, gran persona, gran mujer.

Hace un tiempo, una mezcla de miedo y comodidad me frenaban, sin darme cuenta, a hacer las cosas yo misma. Era algo que me salía de forma natural, ni siquiera lo intentaba. Incluso, en ciertos aspectos, llegué a creerme (y a hacer creer a los demás) que era incapaz de realizar determindas tareas. Todo ello por lo cómodo que resulta que las culpas (1) de mis actos las cargaran los demás. Y esto se debía al miedo a no querer afrontar mis propias responsabilidades.

Desde mi renacer, he afrontado un montón de situaciones novedosas con gran ilusión, porque era la primera vez que las encaraba sola y eso me hacía más grande (2). Pero recientemente, he realizado unas tareas más físicas que me han hecho ver con más claridad que puedo y soy capaz de lo que me proponga. He tenido que aguantar miradas machistas, comentarios dudando de si yo podría o no, expresiones de incredulidad. Pero he podido y estoy realmente orgullosa de ello, de ser fuerte por dentro y también por fuera. De ser yo la única que decidía, la única que elegía, la única que ejecutaba.

Luego ya vendrán los gustos, que para eso se hicieron los colores. Y a quien le guste, bien, y a quien no, también. Pero lo más importante de toda esta obra no es lo que se ve, sino cómo la hice.

(1) "Culpa": dícese de una palabra horrorosa a desterrar del diccionario, por la frustración que genera en quien la padece. En mi vocabulario, ya no existe.
(2) No soy más ni menos que nadie. Ni más grande, ni más chiquitita. Este tiempo de apreciaciones son visiones íntimas de mi para mi, sin más.